lunes, 12 de octubre de 2009

Fuego en sus ojos


“Su mirada fría me caló por dentro, y sus palabras agudas como cuchillos me atravesaron sin piedad. Sentí en carne propia lo que yo había hecho como nunca antes.
Dolía tanto cada una de sus expresiones y gestos que no soportaba verlo a la cara.
Lo sentí absolutamente todo: el enojo, la rabia, la tristeza, la melancolía, regresando a mí pese a que no era yo a quien se referían si no a mi actitud
No me observaba con desprecio o descontento, tan solo me veía y nada más.

El fuego que el poseía no se había desvanecido. Dentro de el ardía furiosamente, como cuando uno arroja a una fogata casi extinta un pedazo de papel, y este arde rápidamente y se apaga casi al mismo tiempo que comenzó a quemarse.
Empecé a llorar, pero sabía que las lágrimas no lo conmovían en lo más mínimo.
Pero esa no era la intención de mi llanto. Buscaba alguna manera de sentirme mejor, y esa era la única que conocía. No trató de consolarme, ni tranquilizarme; tan solo esperó que me calmara sola.”

Por más que diga que detesto tanta frialdad, el consiguió que aprendiera a medirme en mis acciones para no lastimar a los demás. Para no volver a decir esas palabras y tratarlo de aquel modo sin razón.
Por que sus palabras no eran para herirme, si no para hacerme entender lo que yo había hecho."

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