jueves, 24 de junio de 2010

La princesa de los cuentos.

Empiezo este cuento algo perdida, sin saber muy bien que escribir, pensando que quizá una idea alumbrada a medianoche no es la adecuada para vislumbrar una historia que realmente valga la pena.
Pero sin importar las circunstancias en las cuales surgió esto, puede que le demos algún valor especial para cada uno, a medida que nuestros ojos avanzan en la lectura de este relato.
Florence

Amanecía el sol sobre los ventanales de la inmensa habitación, mientras las cortinas blancas flotaban sacudidas por la brisa matinal. Y yaciendo en la única cama que ocupaba este cuarto, una niña dormía plácidamente entre sabanas de seda, rodeada de las celosías todavía sin descorrer.

-Princesa, princesa- una voz masculina la apartaba lejos de su sueño.- Despierte, que ya es hora de desayunar.
Un gruñido molesto se dejo escuchar y la niña lentamente se irguió sobre las almohadas, murmurando un saludo.
-Buenos días… ¿está todo listo?- preguntó pese a que la respuesta fuera ya conocida.
El hombre la miró con una sonrisa y no le contestó, limitándose a señalarle el vestido prolijamente colocado sobre el un sillón cercano.
-Debe de vestirse, Señorita.-continuó- Si no llegará tarde y todas sus actividades quedarán desplazadas.

Descorrió por completo las celosías, tomó en sus manos las ropas y las llevó hacia la cama. Con un chasquido de sus dedos una sirvienta entró en la habitación y el se retiró.
-La estaré esperando, Princesa.- dijo sonriente cerrando la puerta tras de sí.

En esa mansión ella era llamada Princesa pese a que no poseyera sangre real.
La empleada la desvistió y le colocó un camisón ligero. Luego el miriñaque y un faldón, para finalmente continuar con el vestido. Ajustó el corsé y peinó con delicadeza la cabellera de la Princesa. Ella observaba tristemente en el espejo su figura engalanada, y suspiró distraída. El mismo comienzo todos los días.

Fue arrastrada hacia las escaleras, tomada de la mano por su nana, y un pequeño tropiezo le valió una dura reprimienda y una amenaza de castigo por su torpeza. “Las princesas no pueden equivocarse o cometer alguna falta” era el dicho favorito de su nana desde que ella tenia memoria.
El desayuno estaba servido en una mesa ricamente adornada con la platería más exquisita de la casa y oficialmente el día de la jovencita dio comienzo.
Clases de geografía, historia, aritmética, francés y muchas otras, la atestaron por el resto de la mañana, hasta la hora del almuerzo. Necesitaba una pausa en medio de tanta rutina.
Fue en ese momento que decidió hacer una pequeña huida. Sería una fuga por poco tiempo, y nadie se asustaría dado que tenia la tarde libre.
Vistió lo mas pobre que pudo, y con la ayuda de una sirvienta salio por la puerta del personal de la mansión. Mas animada porque todo estaba saliendo bien, despreocupadamente se dirigió hacia el lugar que llamaba su atención.
Un edificio antiguo y de gran porte, que antes fuera un banco y ahora era una enorme biblioteca, era su destino final. Las puertas de roble eran altísimas, y ella aproximaba que debían de triplicar su estatura como mínimo. Se sintió en cierta forma intimada por el aire solemne que despedía la estructura entera, pero no se dejo llevar por ello.
Traspasando el umbral se encontró con un maravilloso paraje: hermosas pilas de libros dispuestas prolijamente en sus estantes, separados por escaleras tan altas como la puerta de la entrada, incontable cantidad de mesas con sillas cromadas y donde el guarda de la biblioteca se sentaba, un escritorio amplio lleno de ficheros desperdigados por aquí y por allá.
Todo el salón estaba adornado con motivos de origen Indio, dando al lugar un aspecto místico y relajado. Totalmente absorta, se quedo de pie en la entrada sin saber a donde dirigirse.
-Disculpe, ¿busca algo?- un hombre vestido con pantalones de vestir negros, y una camisa blanca la miraba. Su cara era algo más oscura que la suya, que era pálida y con rasgos arios, mientras que la de el tenia ojos rasgados y negros.
-¿En que puedo servirle?- la pregunta se deslizo de los labios del joven, quien miraba curiosamente a la niña, mientras se acuclillaba a su lado
-No busco nada en especial, me llamo la atención el edificio- murmuro algo avergonzada.
-Ya veo, aquí mucha gente viene por curiosidad- dijo levantándose y poniendo sus brazos cruzados en señal de duda-. Sígueme, algo encontraremos para ti.
Le indico con un gesto amable que se corriera de la puerta.
-Me llamo Indra, soy el ayudante del bibliotecario-
-Ameline- respondió-. Solo una estudiante.
Indra le mostró la biblioteca lo mas que pudo, haciendo hincapié los recovecos donde encontrar las obras que nadie leía, pero que sin embargo ella no entendía porque.
-Son libros muy lindos, te hacen pensar muchas cosas- decía haciendo pucheros.
- A la gente de hoy en día no le conviene pensar- respondía el joven indio-, pensar puede traer problemas.
Ameline no estaba para nada de acuerdo, y a medida que avanzaba más en el recorrido de ese lugar de ensueño, menos quería irse.
Pero al final de la tarde, llego el momento de despedirse, y ella lo considero correcto. Indra no la reto por escaparse.
-Yo también vine aquí escapando- dijo cuando Ameline pensaba que el iba a reprocharle lo que consideraba que estaba mal-. Lo que esta mal, seria que abandonaras tu casa sin decir nada y que no volvieras.
El joven indio se ensombreció levemente.
-Yo me fui porque no tenía hogar- la miró con esos ojos negros y brillantes.
En ese momento la princesa no pudo entender porque se puso triste, ni porque lo decía. Tampoco pudo encontrar sentido a esas palabras hasta mucho tiempo después.
-Debo irme, es tarde- Ameline también se puso algo triste- ¡Pero prometo regresar algún día!
Sacudía fuertemente su mano mientras se alejaba por la calle. Indra sonreía, tristemente, pero sonreía para ella.

...

Pero Ameline no regreso a la biblioteca, e Indra no pudo volver a encontrarla.
Pasaron los años, y las guerras raciales comenzaron.
Mientras que ella vivía a la luz del día, su amigo indio sufría los pormenores de su condición extranjera, las disputas que sin sentido sobre el color de su piel.
Diez años atravesaron los cielos que ambos veían, pero que sin embargo no era el mismo. Y con el tiempo se olvidaron de la existencia del otro.
Pero siempre quedo en ellos la sensación de que sin importar nada, los dos seguían siendo lo mismo.
Esos libros que les habían enseñado a pensar diferente, los habían marcado para siempre.

Y ambos esperaron que su recuerdo continuara vivo en el otro.

Mi propio camino

(22 de Junio de 2010)

La vida tiene altibajos. Todas los que existimos poseemos buenos y malos momentos, y no siempre todo puede resultar de la manera que deseamos.
Pero esta vida que tenemos, es la vida al fin. No seria vida si no tuviera altibajos, si no nos equivocáramos, si no nos pasaran las cosas que nos pasan, buenas y malas. Sin todo eso esta no sería vida.
Creo que he abierto los ojos y la mente, por fin después de dormir por mucho tiempo, siento que mi burbuja antes era opaca y ahora es transparente. Que no puedo experimentar que hay fuera de esos límites, pero que ahora entiendo mejor que antes que significa hacerse cargo de lo que nos corresponde. Si sigo escapándome cada vez que veo una responsabilidad, no voy a aprender nada.
Siento que hay un antes en mi vida, y que eso marcó los cambios que quiero hacer.
Una a veces no sabe que curso tomar, pero que tenia una idea de lo que quería es algo muy acertado. Y al instante de plantearme que es lo que me corresponde, y de ver que era necesario asumir mi responsabilidad, no quise huir de la tarea y dársela a alguien más capaz.
Quise ser la dueña de mi vida y tomar las decisiones que me correspondían y quería tomar.
Me hacer sentirme un poquito más grande.

El bar de los ‘80


El bar de los ‘80

Era una mañana fría de otoño, hacia ya varios días que estábamos enojados. Pero parecía que sin importar cuantas cosas malas sucedieran nosotros permanecíamos juntos.
Nos vimos obligados a acercarnos por causa del viento helado, y antes de poder darme cuenta, el me había tomado la mano. Su calidez me invadió por un instante y se desvaneció poco a poco a medida que los autos se deslizaban sobre el asfalto. Yo volaba en las nubes como de costumbre. Caminamos por un rato largo sin saber bien que hacer o a donde ir.
Ninguno abrió la boca, nadie dijo nada, y sentí una grieta que se abría de manera monstruosa entre los dos. Yo odiaba eso, no me gustaba estar lejos de el estando tan cerca. Un transeúnte que corría para alcanzar un colectivo, y atravesó la vereda por entre los dos, no nos permitió seguir con las manos entrelazadas.
Ambos quedamos inmóviles, mientras la gente caminaba alrededor nuestro a cumplir con sus respectivos trabajos. Comenzó a caer una débil llovizna, y lo mire con dudas, preguntándole si pensaba guarecerse. El no me miraba a mí, veía el cielo. Esa grieta que sentí en un principio se transformo en un abismo, y en un intento de recuperarlo lo abracé.
Sacudido por mi impulso, cambio el cielo por mis ojos, me acaricio la cabeza y me sonrió como siempre. Lentamente me separo de el y tomo mi mano de nuevo. Yo sabía lo que me quiso decir. El me dijo “Te extrañaba,”.
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Sonreí, y lo mire con ternura. El bebía su taza de café caliente doble en esa mañana tan fría de otoño. Habíamos encontrado un bar que nos agradó bastante, porque era acogedor y abrigado, pese a las paredes de cristal que poseía. Colgados de las paredes, se veían propagandas viejas de marcas conocidas, y fotos de automóviles clásicos que seguramente tenia mas años que el hombre que nos había servido en ese día.
Como no teníamos demasiado dinero, ni demasiada hambre; y yo había comido algunas galletitas antes de salir, pedimos tan solo un café y un submarino. Yo detesto el café, pero amo el chocolate. Eso es algo que siempre le repito, porque cuando pedimos algo de tomar yo contesto con la misma frase: “No me gusta el café”.

Luego de que entráramos, empezaron a sonar temas viejos de rock nacional que solo el conocía. En realidad la que no sabía nada de rock nacional era yo. Yo le preguntaba por el nombre de la canción, el artista, de que año era, y el siempre sabia que responder. Y eso no me molestaba, me agradaba que supiera mas que yo, algo de el seguramente aprendería.
No tardo en darse cuanta de que lo observaba con curiosidad infantil, y me arrojo una señal inconfundible de que se había dado cuenta de que estaba allí, un pequeño resoplido alcanzo para apartar mis ojos de el, y concentrarme en mi submarino.
Tome la copa con las manos heladas, y disperse el calor del chocolate hirviendo para no quemarme los labios al beberlo. Bebí un sorbo que me devolvió la sensación de poder moverme. Aquella que había perdido mientras caminábamos de la mano por la ciudad.
No supe por que, pero ese día lo sentí mas cerca mío que antes. Seguro era por que el frío nos había prácticamente obligado a juntarnos mas, o porque simplemente no queríamos estar lejos del otro.

Rodeada de esos pensamientos, seguí tomando mi chocolate con tranquilidad, por que me hallaba tan cómoda que no tenia ganas de levantarme de ahí. Continúe recorriendo el lugar con mis ojos, tratando de no perder detalle de ese día. Y cuando termine mi submarino, lo miré de nuevo, como preguntando si estaba bien. El no es de interpretar bien esas señales, así que me vi obligada a preguntarle con palabras. Contesto con un seco si, y esta vez fue el quien se quedo perdido entre las paredes del bar. Con disimulo, estire mi mano sobre la mesa doble que compartíamos enfrentados, y con la cabeza gacha, volví a estrechar sus manos, dispuestas al costado de su café.
El no me dijo nada, ni me miro, ni me dio ninguna señal más allá de un gruñido, que yo bien sabia que significaba “gracias”.
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El sol se asomaba, mientras llenaba de luz la cuadra. La 27 de Abril volvía a nacer después de muchas horas de haber suspendido sus funciones, los colectivos circulaban llenos hasta el tope, y yo me regocijaba pensando en que no tenia que usar el transporte publico tan temprano. Los autos pasaban rápidamente por la ventana, y el estacionamiento de al lado comenzaba a llenarse con los vehículos de siempre.

Las tazas estaban vacías desde hacía un buen rato, pero ninguno de los dos dio indicios de querer levantarse de la mesa. El bar comenzaba a llenarse, la gente pasaba por al lado nuestro, y nosotros parecíamos mas bien una estampa de otro lugar. Ninguno estaba donde debería. Mi mochila echada a un costado junto con la bolsa de los libros me delataba. Pero si alguien me miraba aparte de el no me preocupaba, y si escuchaba algún comentario simplemente callaba. Bajaba la cabeza.

Apenas habían pasado media hora, pero yo sentía que los minutos eran horas. Quizá por los nervios de saber que lo que se hace esta mal, o porque tenia miedo del castigo si me descubrían. Mi cabeza facturaba miles de cosas al mismo tiempo, sin dejarme tranquila un segundo. Creo que estaba asustada. Porque había venido a pedirle perdón por lo que había pasado y el no me había dicho nada todavía.
Reconocí con el mi error, me disculpe sinceramente, pero no pude asegurarle que podía mantener mi promesa en pie. Eso se que fue lo que le molesto. Seguramente fue eso. ¿Quién me manda a ser tan sincera? Me podría haber aguantado un poco. Pero habiendo arriesgado tanto para llegar hasta el, el conseguir la plata para irme, montar todo un escenario propicio para eso. Me había esforzado realmente y no quería irme mas enojada conmigo y todavía peleada con el. Tan concentrada estaba pensando en todo esto que no me di cuenta que el se levantaba de la mesa y le indicaba al mozo que quería la cuenta.

Ambos seguíamos callados. Y yo seguía esperando, ya mas desilusionada que el me dijera algo mas que gruñidos.
Saco su billetera, y puso la plata de su café y mi submarino... yo saque la plata que había conseguido e insistí en ayudarlo a pagar. El me rechazó con un movimiento de su mano. Lo que yo predije fue lo que vino después.
Me tomó la mano y me hablo por primera vez en toda la mañana, mientras me indicaba que guardara el dinero:
-“por venir”-


Alejandra Collado

miércoles, 16 de junio de 2010

Encuentro: el desenlace final

4. Encuentro: Atestada de sucesos
(9 de Junio)

Hoy llueve y no parece que pueda salir afuera. Sentada sobre la amplia cama, una niña de camisón azul espera que amaine la lluvia.
Se aburre de mirar la ventana y toma el libro que descansa a su lado. Nunca le llamó la atención, pero no tiene ganas de nada, el sol no esta para hacerla sonreír. La joven princesa suspira, ahora que nadie la ve.
El cuarto es enorme, con techos altos y sillones tapizados de seda color rosa, pese a que ella ame el azul y el blanco, los colores del cielorraso. Las paredes están exageradamente ornamentadas con querubines dorados que como guardianes la observan siempre. Naturalmente, La joven princesa prefiere los pájaros y los perros a esos feos ángeles.
La ventana que tanto captaba su atención era en realidad una puerta transparente que daba paso al balcón. Puede que ella quisiese uno más lindo y cómodo, y no ese balcón gris donde no había ningún lugar para sentarse, pero no es que la dejaran salir a ver el jardín; además de que rara vez estaba abierta.
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Ya se había adormilado entre los almohadones, cuando el mayordomo irrumpió en su habitación.
Balbuceaba cosas sobre era día esperado, acerca de llegar tarde, que pensará la corte, que debería estar limpio y no lo estaba, que no podía perder el tiempo durmiendo...
A su paso, la institutriz sin siquiera tocar antes de pasar, la trató de desvestir. La joven princesa se opuso con un chillido y una mirada salvaje. El mayordomo despotricó sobre sus malos modales y su “poca educación”, mientras la sirvienta decía que ella jamás le había enseñado eso.
Harta de sus caras enojadas, les dejó que la reprocharan una y otra vez. Mientras, se quitó el camisón y echó al mayordomo de su cuarto, esquivando a la institutriz con la ayuda de algunos gruñidos e intentos de morderle los dedos.
Se colocó solo dos enaguas, y de las livianas que le habían dicho que no usara, pero que ella consideraba más cómodas. Al final, luego de ponerse la camiseta, pegó un silbido estridente y un cachorro de color canela salió de su lugar enfrente de la chimenea. Ladrando alegremente, echó de la habitación a la última intrusa que quedaba, y se volvió hacia su ama reclamando caricias.
Ella se sentó a su lado y le dedicó unos mimos, para luego continuar vistiéndose. Echó una ojeada a vestido blanco que le tocaba usar ese día.
Ese sería su día, y la tiara que le había regalado su prometido descansaba sobre el tocador. Sus enaguas y todas las demás prendas que debía ponerse eran blancas como la nieve. Era tradición de su dinastía que las jóvenes al comenzar su ciclo, edad en la cual pueden ya casarse, usaran ropajes blancos en ceremonias. Pero esa vez no sería cualquier ceremonia. Se trataba de un compromiso con otro reino.
Apartó su mirada de la tirara pero la dirigió al reloj. Al contemplarlo, comprendió que no había mucho tiempo. Se escabulló por los pasillos hasta el ascensor de la servidumbre, al cual se trepó, lanzándose hasta la cocina.
Asombrosamente no había mucha gente, si no tan solo el cocinero en jefe, algunos ayudantes y su adorada nana dando instrucciones a los nuevos mozos sobre el desarrollo de la ceremonia y la comida.
La joven princesa le tiró de la pollera, como cada vez que rompía algo, y con ojos suplicantes le señaló su cabello largo, negro y trenzado, que caía desprolijamente por su diminuta espalda.
La niña clavó sus grandes ojos azules en la mirada castaña de su nana. Eran sus miradas transparentes para la una y la otra. Preocupación en la mujer y ruego en la pequeña, quien se limitó a pedirle que la peinara, pese a que su deseo no era el mismo.
Para ella como había sido antes era mejor. Pero esos días no volverían.
La nada dio algunas indicaciones más, se despidió de los sirvientes y tomó suavemente la mano de La joven princesa.
Subiendo las escaleras, todos los que pasan la reverencian. Pero cuando ella clava su mirada azul en sus ojos, ellos desvían la vista. Tienen miedo de ver el cielo.
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La nana la sienta frente a su tocador, todavía mas cargado de horribles querubines y adornos inútiles, delicados y para colmo, costosos.
El cepillo se desliza sobre su cabello, y la nana va dando forma a un peinado simple pero bello. Luego coloca algunas flores blancas para completar el tocado. Pero deja la tiara de la pequeña en una esquina de la mesada. No es su deseo condenarla a esto que la obligan a hacer.
La joven princesa busca su vestido, y mientras se lo pone nota que es muy pesado. Siente como le cuesta caminar con el puesto, pero entiende que es el peso que le toca por su condición. Resignarse es una de las cosas que aprendió con el tiempo. Se calza sus zapatos de raso.
Nuevamente mira a la ventana.
La lluvia no cesa, pero el cielo esta cortado por algunas partes. De igual forma lo que ella espera solo llegará con el sol.
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La institutriz la zarandea, la arrastra bruscamente de la mano hasta la base de las escaleras, despotrica de nuevo, pero ella no esta prestándole atención, solo piensa en nubes y en su viejo nombre, que tanto extraña.
La mujer le coloca la tiara y le dice que es un nuevo comienzo. Luego la lanza sobre las escaleras.
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Con paso firme la joven princesa y futura reina, bajó las escaleras. El hermoso vestido blanco ornamentado con piezas de oro, acompañado por las ricas joyas que lucia en su cuello; le daban el irreal aspecto de una muñeca de porcelana. Pero sus ojos revelaban que su mente pertenecía a otro mundo que no era el nuestro.
Su futuro marido, la esperaba a los pies de la escalera. Era un muchacho que apenas si tenia 20, y que se veía asustado. La joven princesa le dedicó una sonrisa reconfortante y el cobró algo más de valor. El le tomó las manos con suavidad, y la guió hasta el altar.
La ceremonia se desarrolló en el marco previsto y todo salió como esperaban. Mientras que a la salida de la catedral el sol brillaba para la joven reina.
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Mientras caminaban, una paloma gris se posó sobre el techo de la carroza que los esperaba. Y al pasar la reina, una flor azul diminuta cayó sobre su vestido, acompañado de un suave murmullo.
- Felicidades, Cielorraso -

Una "carta" de amor

(13 de Junio 2010)
Me quedé pensando en vos y en nosotros. Los últimos días han pasado llenos de cosas lindas para recordar. Muchas cosas que me dijiste que realmente me llegaron al corazón. Confesiones tardías, pequeñas señales cuando un amor apenas era un pimpollo, personas que nos ayudaron a darnos cuenta de cosas importantes... tengo ganas de llorar de felicidad entre tus brazos
Cada segundo es inexplicablemente valioso para nosotros. Tanto que cuando me enojo por alguna pavada, trato de enmendarme y entender; justamente porque no quiero perder el tiempo.
Me puse a pensar en muchas cosas... en como sonreímos cuando estamos juntos, como nos divertimos mientras hablamos, tu manera de mirarme. Cada momento que pasamos, tus ojos son distintos y conservan siempre el mismo brillo de felicidad. Pero también me muestran ese éxtasis que antes no podía entender, que no sabía decir si era real o no. Hoy no tengo duda alguna del porque. Y me encanta ser única para vos.
Estoy enloqueciendo por dentro, recordando cada segundo en que estamos juntos. No importa el cómo, ni el dónde, ni me pregunto el por qué, ni busco mas excusas o razones del momento para justificarlo. Prefiero decir que sencillamente es así.
Me gusta que sencillamente sea así.

Las dudas se disipan como si de niebla se tratara, la visión del camino esta cada vez mas clara. Y nosotros seguimos eligiendo el mismo camino. Y eso dice mucho de nosotros.

Quizá no tenga derecho a decir nada sobre el amor, porque me he enamorado como 3 veces... pero lo que quiero rescatar es que me haces muy feliz.
Leyendo Paradise Kiss, me acordaba de lo parecido que me resultaba George a vos la primera vez que lo leí. Un hombre frío, talentoso, que no podía hacer feliz a nadie por ser como es...
Ahora veo que no sos alguien de doble filo como el. Si no que vos podes darme lo que estoy buscando y eso no va a hacerme ningún mal.
Sigamos juntos como hasta ahora e incluso mejor... felices nueve meses.


La caja Negra

Encontré estos textos viejos... y quise ponerlos. Declaro al mes de Junio como “Retomando el rumbo”:
El mes de compilados cortos, de cuentos retomados y terminados; además del mes de la finalización oficial de la Saga “Cielorraso” en el blog de ~ Dreams of the White Queen. ~
Desde ya, gracias por su tiempo y su dedicacion, a todos aquellos que leen :)
[...]
1. Vive
Y así, otra alma mas abandona este mundo corrompido. El esta desesperado. A pesar de que no tiene nada mas por lo cual luchar, con sus manos vacías antes llenas de alegría, (que palabra distante y etérea le parecía ahora), ya no hay nadie, ni cree que exista una razón mas para seguir. Pero aun tiene que recorrer mucho camino.
Ni siquiera piensa en abandonar, no es capaz de darle fin a sus propios días. El le teme a la muerte. Aquella que lo amenazaba cada noche de interminable dolor, casi haciéndolo rozar la locura, desquiciando su atormentado corazón, por más que la oscuridad ya lo había llenado por completo. El siempre quiso albergar una esperanza, a pesar de que lo único que había tenido en toda su vida, se había escapado de sus manos hacia muy poco. Solo vive por sus palabras, aquellas que aun resuenan en su mente, y no lo dejan descansar, solo dijo "vive". Así de simple.
El quiere vivir por ella. Por que faltar su promesa seria abandonarla.


2. Ella

El habría sostenido su mano, si con ello, conseguía sobrevivir. Pero detrás del dolor, solo quedaba el inmenso vacío que ella lleno.
Solitario vagando por los caminos, errando por le mundo, no tiene descanso. Parece un alma penando por pecados pasados. El no quiere olvidar, por más que le duela.
Sometido en el medio de la oscuridad, sin poder oír ni ver, tanteando las paredes en busca de una puerta inexistente. El conoció la verdadera soledad, la que corrompe, la que lastima. La que hace enloquecer hasta el punto en que la solución más lógica es la muerte, o por lo menos eso era lo que creía.
Hasta que ella llego. No se si describirla como una luz, como un ángel, o algo parecido. Ella le dio lo que nadie intento. Le regalo esperanza
Demasiado cobarde para decirle lo que sentía, para hablarle con la verdad, por el miedo al rechazo, que jamás, ni por un instante, lo abandono. El nunca se lo dijo. Y se arrepintió tanto.
Ella era más que luz, más que esperanza, ella siempre fue amor. O al menos, el así lo sentía.
[...]


La arena y el vestido azul.

"Girabas sobre ti misma con tu vestido azul, girabas y girabas. Sin detenerte. Hasta que caíste en la arena de la playa.
Y miraste el cielo con el secreto deseo de estar junto a mí para compartir la luna entre los dos. La magia flotaba en el aire, y simplemente por un instante creí verte dormir junto a mí.
Soñemos todas las noches con amanecer uno al lado del otro, ¿quieres?"

[...]

lunes, 14 de junio de 2010

Búsqueda: Más allá de los muros

3. Búsqueda: Más allá de los muros

Varias veces, intente escribir cartas. El primer cuaderno que leí, me enseñó como hacerlo. Recuerdo que fue muy difícil, y que solamente garabateé un par de veces en algunas hojas. Hice muchas notas, que dejaba en mi habitación en cualquier lugar que fuera visible antes de irme a dormir. Todo para que alguien los encontrara.
En un principio nada sucedía, y las cartas continuaban reposando sobre la mesada o los estantes. Pasaron varios días hasta que mi insistente reclamo obtuvo respuestas, y una mañana soleada trajo consigo una contestación que apareció sobre mi escritorio.
Ansiosa, rompí el sobre gris y saque con precaución la hoja doblada que contenía.

“Te felicito por aprender a escribir con tanta prolijidad, y supongo, que también sabrás leer muy adecuadamente.”

Esas eran las palabras que había escritas con un estilo delicado y de trazos muy finos.
Pasé algunos minutos admirándola, y el resto de la jornada preparando una nueva nota para dejar sobre mi escritorio. Al final, poco satisfecha, decidí hacerla así:

“Se leer y escribir muy bien. De los libros de mi cuarto he leído la mayoría.”

Me pareció muy simple. Pero yo no tenia idea de cómo tratar a un desconocido, y mucho menos entablar una conversación con alguien.
Deje el papel en le lugar de siempre, y me acosté sobre mi cama a pensar quien seria el que me había contestado. Supuse que seria como las personas de las cuales los libros hablaban, y simplemente me dormí.
Los días siguieron, y mi amigo a la distancia continuaba mandando cartas. Yo respondía de la mejor manera posible, e intentaba conseguir que me dijera como me había encontrado y como hacia llegar las notas a mi ventana.
Pero nunca me decía nada… como si el tema fuera algo tabú.
Un día cesaron las notas, y por más que insistí e insistí; nunca más volvió a contestarme.
La última nota la conservo en uno de mis libros favoritos, y aclaraba mis dudas acerca de mi fecha de nacimiento; además de traerme un regalo. Y su enunciado rezaba:

“Quisiera contestar tus dudas, pero no puedo hacerlo. Te dejo este último regalo, un ramo de rosas. Feliz cumpleaños”

Era la única carta que poseía una fecha inscripta… en la esquina superior derecha se leía.: “21 de Septiembre”.

No paso mucho tiempo hasta que Nube encontró las notas, y me pidió que se las leyera. Mientras yo desglosaba las palabras inscriptas en el papel ya amarillo por los años, Nube se quedo dormida mientras mi voz recreaba para ella los sentimientos que habían surgido en mi al momento de leerlas por primera vez.
Mi regazo se lleno de lágrimas de pena, echando de menos a mi primer amigo.
Nube no tardó en despertarse, y con un cantito suave trató de animarme.
- Yo soy tu amigo ahora, Cielorraso- posó su diminuto piquito en mi mejilla corriéndome una lágrima -. No volverás a estar sola.

domingo, 13 de junio de 2010

Transición: Los recuerdos que no existen

2. Transición: Los recuerdos que no existen

La nieve blanca. A través de mi ventana si puedo contemplar el suelo bajo ella. No es muy alta esta torre, pero eso no me disgusta; si fuese a alcanzar el cielo, aun así no podría mirarlo si todavía estuviese dentro de ella.
Hace unos días que Nube y yo no nos vemos. Supongo que encontró abrigo en otra parte.
La mañana después de conocerla, busque en los libros de a biblioteca, algún dato sobre el ave que era. No había demasiada información. Me hubiese gustado poder leer más.
En esta estantería hay montones de textos, de todas clases y tipos, grandes y pequeños, viejos y nuevos… en realidad, no sabría decir si son nuevos, pero lo que si, algunos son mas antiguos que otros. Se nota por el color amarillento de sus hojas y el polvo que contiene.
- ¡Cielorraso! - exclamó una voz familiar.
- ¡Nube! - dije y corrí hacia la ventana – Hace varios días que no te veo ¿Dónde has estado?
- Me encontré con un conocido de mis viajes. El me albergo en estos días - respondió con un tono alegre.
- Pareces feliz ¿Te trajo buenas noticias? - Inquirí apoyando mis codos sobre el marco de las rejas y mi cabeza en las mis manos.
- No exactamente – comentó – Pero hacía mucho tiempo que no lo veía – Echó un vistazo a mi alrededor y a los libros que estaban desperdigados por la habitación. – ¿Estuviste leyendo estos libros?
- Si, en realidad buscaba uno – conteste.
- ¿Sobre que se trata?
- No lo recuerdo, pero se que me gustaba mucho.
Nube se quedo mirándome.
- ¿Tengo algo raro? – le pregunte preocupada.
- Te ves algo distinta. Tu cabello esta suelto.
Tome las hebras de mi cabellera y la levante del suelo.
- Si, es muy largo, ¿no crees?
- Es muy bonito. Brilla mucho pese a ser oscuro.
No me había percatado de que el sol había descendido y que la luz ya era escasa.
- Es de noche – dijo Nube – mejor vamos a descansar.
Di la vuelta hacia la habitación y comencé a levantar los libros del piso. Uno por uno los guarde en sus lugares, hasta que la oscuridad se volvió impenetrable.
Tanteando las paredes, llegue a la cabecera de la cama y me recosté en ella. Una vez más me encontré mirando el cielo dibujado en el techo.
Es azul eso es lo que veo. Tan solo una ilusión, tan solo un sueño.
¿Algún día todos esos sueños se cumplirían? Dudaba mucho de eso.

You save me

(25 de Mayo de 2010)
21 de Agosto

Una nueva paciente llego a mí.
Lucía devastada emocionalmente, seriamente herida por un evento de violencia doméstica, y con un aparente trastorno de personalidad, de por cierto bastante clásico. No le dí mucha importancia, porque estoy harto de involucrarme sentimentalmente con gente insana. Pero se que al final siempre me dejo llevar. Por eso no me considero un profesional, la mayoría de los que trabajan conmigo se ríen de eso, pero tienen que admitir que mis pacientes se recuperan mejor que los suyos y en menos tiempo.
Noté en sus ojos la mirada cansada de la doble vida, y al hablar un poco sobre ella me percaté de que tenía parcelas en blanco en las cuales no podía recordar nada.
Me mostraron fotos de los destrozos en su hogar, y su abogado me pidió con insistencia pruebas fehacientes de sus trastornos mentales. Aparentemente quieren liberarla de los cargos de un asesinato que cometió su segunda personalidad y del cual culpó a su pareja, quien permanecía en el hospital bastante grave pero a salvo.
Mi trabajo me demanda encontrarme con gente muy singular, pero esta es la primera vez que alguien como ella termina siendo mi paciente.
Algo en ella me llamó, parecía decirme que la salvara de algo que ni ella sabia que era... me sentí portador de un peso increíble. Tanto clavo en mi sus ojos que no pude sostener su mirada.

--- [“¿Está usted bien?” preguntó su dulce voz al medico al que la había llevado.
El se sobresaltó al oírla, y se dio la vuelta. Ella reiteró su pregunta, pero el continuó con el trayecto hasta su habitación sin responderle. Le explicó sobre como funcionaba el lugar, de porque el era su encargado, del sistema de sesiones, y un pantallazo de lo que serian las hipnosis, un método para ayudarla con lo de los espacios en blanco. Ella escuchaba atenta, como una niña inocente que no cuestiona nada ni pregunta nada. El se sentía cada vez mas extraño con ella, pero era lo que le tocaba.] ---

30 de Octubre
Ya han pasado 6 semanas desde que llegó, y muchas cosas salieron a la luz.
Me sorprende como entramos en confianza tan rápido, según parece ella tiene muchas ganas de recuperarse, en especial después de la visita de su marido.
Hablando con el, fortalecí mucho la defensa del abogado de los dos. Me comentó sobre algunas conductas anormales en la paciente, de su sensación de ser observada por un ente mayor, de la oscuridad que sentía en su interior. Definitivamente es conciente de que hay algo, pero admite que no puede dominarla en lo más mínimo, que eso la asusta y que por eso no hace nada.
Por otra parte, pude concluir algunas cosas de su otra personalidad: se trata de una fanática religiosa que justifica sus actos excusándose en la idea de Dios. Inclusive contagia a la verdadera su fanatismo, la cual lo demuestra hablando con su mirada fija en el cielo o la ventana más cercana. Sabe que hay algo interviniendo en sus acciones, pero no culpa a nadie por ello y piensa que es solo su debilidad.
Sinceramente deseo que se recupere.
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15 de Noviembre
Hoy pasó algo increíble.
Gracias a la hipnosis conseguimos que la otra se manifestara totalmente en ella. Confesó el crimen cometido y hasta dio detalles. Nos reveló que había asesinado a una amiga de su pareja porque creía firmemente que mantenía una relación extramatrimonial con el. Luego alteró los pensamientos de la paciente para que intentara matar a su marido una vez que supo que el había descubierto la verdad.
Realmente su rostro cambió tanto que no podía ser la misma mujer que quería sanarse y recuperar la paz consigo misma.
Es mucho más feo de lo que pensaba, dado que es bastante aprovechadora y hasta puede fingir muy bien la cara de la verdadera paciente.
Siempre que esto pasa, siento miedo, no porque sean seres inescrupulosos o cosas así, si no, por las personas que contienen a estos seres. Pensar que las cosas que crees no son reales, que hay cosas que haces sin saberlo, que hay una sombra oscura de uno mismo proyectándose sobre nosotros. Todo eso en una sola persona, que no sabe ni puede hacer nada. Desesperadamente trato de salvar a esta gente, personas por las cuales nadie daba un centavo, hoy podemos ayudarlas.
Esa tarea hoy me enorgullece.
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16 de Enero
No pudimos avanzar mucho más desde Diciembre, pero seguimos intentando con el tratamiento de hipnosis. La paciente esta inquieta y muy nerviosa, continúa sintiéndose observada por una sombra.
Cada vez duerme menos, dice que tiene miedo de cerrar los ojos y encontrarla. No se como se siente eso, pero ella parece afectada en lo mas profundo de su ser. Y yo sin poder hacer nada. Necesitando un golpe de suerte para que esto avance y podamos superarlo juntos.
Siento que de nuevo estoy involucrándome con una paciente, no se hacer la diferencia entre ella y yo.
Su marido se ha dado cuenta de esto, pero no me lo ha dicho directamente. Me sentirá mas sereno si lo hiciera a dejarme con la sensación de que la sospecha esta sobre mí.
Espero que algo se me ocurra, tengo que sacarla de mi vida.

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4 de Junio
Llego el día. Mi paciente testificó en la corte. Mostramos su doble cara, ella confesó. Pero todavía no se va.
Era mi deber tenerla lista para el momento del juicio, y afortunadamente lo único que pidieron fue que su psiquiatra la mantuviera bajo un tratamiento estricto incluso después de que ella se recuperara.
No voy a poder dejarla ir ahora. Ya no va a ser fácil dejar de lado lo que siento, pero como el único capaz de ayudarla es mi deber quedarme con ella. Ayudarla como puedo desde esto que soy.

15 de Junio

Una semana exacta después del juicio, la otra desapareció. Aparentemente, recibió su justo castigo.
Yo creo que mi tarea todavía no terminó, que aun hay mucho más por solucionar. Por suerte ella me pidió que dejara de atenderla, así que me quedare aquí en el hospital.
Me gusto lo que me dijo, pero me dolió dejarla ir.

--- [Se le acercó con cierta timidez, para luego sentarse enfrente suyo en la mesa doble del comedor. El levantó los ojos hacia ella y sonrío amablemente. “¿Ya te vas?” le preguntó el hombre con ojos tristes. Ella le tomó las manos. “Gracias por salvarme” le susurró.
El hombre bajó la cabeza, ella vio que le caían lágrimas. Inocentemente tomó un pañuelo y le secó los ojos con una mirada maternal. “Ya era hora de que hiciera algo po tí”.] ---

jueves, 3 de junio de 2010

Compilaciones de mi diario

20 de Abril del 2010

Quiero y tengo tantos deseos de salir,
que parece que fuera lo único para lo que nací.

Pero en ese plano, el escapar,
no es la idea loca que quise alumbrar.

Hay más detrás de la máscara del pecado,
una fuerte razón que justifica su accionar.

Porque nadie escapa a su influencia,
y hasta algunos lo siguen sin pensar.

22 de Abril del 2010

Si no salgo de aquí, si no respiro el exterior. Lentamente me consumiré, porque soy como una flor que se marchita en su prisión.
Pierde uno a uno sus pétalos, su tallo se quiebra en dos y poco a poco se ennegrece su color.
Hoy ha muerto un clavel. Pero nadie lo lloró.

30 de Abril del 2010

El hombre que le hablaba a través de la oscuridad le tendió una mano, invitándola a cruzar. Ella lo dudó un poco, en el instante en el que la luz era dividida en dos como por un filoso cuchillo, dejando al descubierto su obligada contraposición.
En su titubeo el alejó las manos y ella, que ya había avanzado un paso, trastabilló cayendo al suelo.
“¿Por qué dudas?”-“¿Por qué no avanzas?” “Tengo miedo.”
“¿A qué le temes?”
“La oscuridad, es tan profunda”
“¿Qué quieres?” “Quiero ser libre, quiero ser feliz“
“Lo que quieres está del otro lado de la oscuridad. ¿La atravesarás para conseguirla?”
Le tendió la mano, ella se puso de pié.
”Quiero mi felicidad”.