domingo, 13 de junio de 2010

Transición: Los recuerdos que no existen

2. Transición: Los recuerdos que no existen

La nieve blanca. A través de mi ventana si puedo contemplar el suelo bajo ella. No es muy alta esta torre, pero eso no me disgusta; si fuese a alcanzar el cielo, aun así no podría mirarlo si todavía estuviese dentro de ella.
Hace unos días que Nube y yo no nos vemos. Supongo que encontró abrigo en otra parte.
La mañana después de conocerla, busque en los libros de a biblioteca, algún dato sobre el ave que era. No había demasiada información. Me hubiese gustado poder leer más.
En esta estantería hay montones de textos, de todas clases y tipos, grandes y pequeños, viejos y nuevos… en realidad, no sabría decir si son nuevos, pero lo que si, algunos son mas antiguos que otros. Se nota por el color amarillento de sus hojas y el polvo que contiene.
- ¡Cielorraso! - exclamó una voz familiar.
- ¡Nube! - dije y corrí hacia la ventana – Hace varios días que no te veo ¿Dónde has estado?
- Me encontré con un conocido de mis viajes. El me albergo en estos días - respondió con un tono alegre.
- Pareces feliz ¿Te trajo buenas noticias? - Inquirí apoyando mis codos sobre el marco de las rejas y mi cabeza en las mis manos.
- No exactamente – comentó – Pero hacía mucho tiempo que no lo veía – Echó un vistazo a mi alrededor y a los libros que estaban desperdigados por la habitación. – ¿Estuviste leyendo estos libros?
- Si, en realidad buscaba uno – conteste.
- ¿Sobre que se trata?
- No lo recuerdo, pero se que me gustaba mucho.
Nube se quedo mirándome.
- ¿Tengo algo raro? – le pregunte preocupada.
- Te ves algo distinta. Tu cabello esta suelto.
Tome las hebras de mi cabellera y la levante del suelo.
- Si, es muy largo, ¿no crees?
- Es muy bonito. Brilla mucho pese a ser oscuro.
No me había percatado de que el sol había descendido y que la luz ya era escasa.
- Es de noche – dijo Nube – mejor vamos a descansar.
Di la vuelta hacia la habitación y comencé a levantar los libros del piso. Uno por uno los guarde en sus lugares, hasta que la oscuridad se volvió impenetrable.
Tanteando las paredes, llegue a la cabecera de la cama y me recosté en ella. Una vez más me encontré mirando el cielo dibujado en el techo.
Es azul eso es lo que veo. Tan solo una ilusión, tan solo un sueño.
¿Algún día todos esos sueños se cumplirían? Dudaba mucho de eso.

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