lunes, 14 de junio de 2010

Búsqueda: Más allá de los muros

3. Búsqueda: Más allá de los muros

Varias veces, intente escribir cartas. El primer cuaderno que leí, me enseñó como hacerlo. Recuerdo que fue muy difícil, y que solamente garabateé un par de veces en algunas hojas. Hice muchas notas, que dejaba en mi habitación en cualquier lugar que fuera visible antes de irme a dormir. Todo para que alguien los encontrara.
En un principio nada sucedía, y las cartas continuaban reposando sobre la mesada o los estantes. Pasaron varios días hasta que mi insistente reclamo obtuvo respuestas, y una mañana soleada trajo consigo una contestación que apareció sobre mi escritorio.
Ansiosa, rompí el sobre gris y saque con precaución la hoja doblada que contenía.

“Te felicito por aprender a escribir con tanta prolijidad, y supongo, que también sabrás leer muy adecuadamente.”

Esas eran las palabras que había escritas con un estilo delicado y de trazos muy finos.
Pasé algunos minutos admirándola, y el resto de la jornada preparando una nueva nota para dejar sobre mi escritorio. Al final, poco satisfecha, decidí hacerla así:

“Se leer y escribir muy bien. De los libros de mi cuarto he leído la mayoría.”

Me pareció muy simple. Pero yo no tenia idea de cómo tratar a un desconocido, y mucho menos entablar una conversación con alguien.
Deje el papel en le lugar de siempre, y me acosté sobre mi cama a pensar quien seria el que me había contestado. Supuse que seria como las personas de las cuales los libros hablaban, y simplemente me dormí.
Los días siguieron, y mi amigo a la distancia continuaba mandando cartas. Yo respondía de la mejor manera posible, e intentaba conseguir que me dijera como me había encontrado y como hacia llegar las notas a mi ventana.
Pero nunca me decía nada… como si el tema fuera algo tabú.
Un día cesaron las notas, y por más que insistí e insistí; nunca más volvió a contestarme.
La última nota la conservo en uno de mis libros favoritos, y aclaraba mis dudas acerca de mi fecha de nacimiento; además de traerme un regalo. Y su enunciado rezaba:

“Quisiera contestar tus dudas, pero no puedo hacerlo. Te dejo este último regalo, un ramo de rosas. Feliz cumpleaños”

Era la única carta que poseía una fecha inscripta… en la esquina superior derecha se leía.: “21 de Septiembre”.

No paso mucho tiempo hasta que Nube encontró las notas, y me pidió que se las leyera. Mientras yo desglosaba las palabras inscriptas en el papel ya amarillo por los años, Nube se quedo dormida mientras mi voz recreaba para ella los sentimientos que habían surgido en mi al momento de leerlas por primera vez.
Mi regazo se lleno de lágrimas de pena, echando de menos a mi primer amigo.
Nube no tardó en despertarse, y con un cantito suave trató de animarme.
- Yo soy tu amigo ahora, Cielorraso- posó su diminuto piquito en mi mejilla corriéndome una lágrima -. No volverás a estar sola.

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