viernes, 1 de octubre de 2010

Crónicas de mis sueños 6

De regreso, y de ida.
(29 de Septiembre de 2010)

Volvía a salir de viaje, pese a que acababa de llegar. Estaban todos muy entusiasmados, pero a mí la idea no me gustaba nada. Dormís muy poco, extrañabas demasiado.

Mis compañeros me decían en el colegio que preparara todo para irme. Pero yo no quería hacerlo. Ayer había vuelto a verlo y estaba muy ansiosa por pasar un día con el, tranquilos y juntos.

Recordaba a cada momento esa habitación donde afuera llovía a raudales y donde en su interior estábamos ambos dormidos. Deseaba que ese recuerdo jamás se desvaneciera de mi mente. Pero se me hacía difícil recordarlo a cada segundo que pasaba, y yo terminaba dudando de ambas cosas porque ninguna parecía muy real. Estábamos exhaustos y sus hombros estaban descubiertos, una de sus manos rodeaba mi cintura y la otra era el descanso de mi cuello. Yo estaba boca arriba, el echado de costado y con su boca cerca de mi cuello.
Sabía y siempre supe que estaba en un sueño, que en realidad estábamos echados en la cama y que el estaba abrazándome y durmiendo conmigo. Sabia que si sentía un calor en el cuello era porque el estaba con su cara cerca de mí.

Es más, cerraba los ojos en el sueño y los abría en el mundo real. En la realidad podía verlo dormir plácidamente al lado mío. Se veía tan tranquilo y relajado, que daba gusto verlo. El siempre esta tan atareado con sus cosas que parece que jamás duerme, pero en realidad también tiene las mismas necesidades que cualquiera. Y es más, el ama dormir.

De vez en cuando me dormía en el sueño para verlo y saber que el seguía ahí. No se muy bien el porque, pero tenia mucho miedo de despertar y descubrir que mi cama estaba vacía. De que en realidad lo que abrazaba era el peluche que me había regalado y no el.

Las cosas en el sueño se sucedían increíblemente rápido. Y yo no era capaz de detener las olas que me arrastraba con el resto hasta el colectivo. Pero entre tantas noticias perturbadoras el cerrar los ojos me ayudaba a mantener la calma.
Pase hasta la mitad del bus, en el mismo lugar donde me había sentado todo el viaje anterior, y las cosas comenzaron a tornarse turbias. En un momento ya no pude encontrarlo, ya no podía verlo.
El colectivo arrancaba. El calor de mi cuello se desvanecía. Yo cerraba y abría los ojos una y otra vez. No encontraba nada tranquilizador.
Nada. Solo oscuridad.
Comencé a desesperarme, y corrí hacia el conductor para pedirle que me dejara bajar., pero trataban de retenerme y no me dejaban avanzar. La gente se cruzaba frente mío o se detenía a conversar mientras yo luchaba por seguir. A veces me tomaban de os brazos y me sentaban en los asientos, o los sacudones del vehiculo en la ruta me arrojaban al suelo una y otra vez.

Me dí cuenta de que comenzaba a llorar y entonces estallé. Mis pasos se volvieron firmes y ni las amenazas de los chicos de acusarme o cualquier caída me detuvieron.

Cuando llegué, cruzábamos justo la curva mas profunda del trayecto. Y mis pies ya no me sostuvieron más, muertos del cansancio. Tropecé con un escalón y me sujeté del asiento del conductor.
Nada. Solo oscuridad.

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Ella se despertó bruscamente, con la respiración agitada y el corazón disparando en su pecho. La adrenalina del sueño estaba inyectada en su cuerpo, que se sacudía sin que ella pudiera detenerlo.

Entre los escalofríos de la brisa de la lluvia y el susto de su sueño, el se despertó. La miró y la besó intentando tranquilizarla; y ella se dejó llevar. Cuando se relajó su pulso y su respiración mejoró, se acercó lo mas posible a el, inclinando levemente la cabeza hacia la húmeda ventana. Pidiendo por un cálido abrazo.

-¿Qué pasó? ¿Tuviste una pesadilla?- preguntó el mientras la abrazaba fuertemente.
-Soñé que no podía verte, soñé que me volvía a ir de viaje- contestó ella.
-¿Qué te asustó?- sus ojos se mostraron preocupados
-Podía cerrar los ojos y verte. Pero en un momento no pude verte más... y eso me asustó- las lagrimas del sueño aparecieron en su rostro angustiado por la pesadilla.
Silencio. Se pudo escuchar el repiqueteo de la lluvia detrás del vidrio.
-Y tampoco podía despertarme. No quiero irme de nuevo- dijo ella – No quiero tener que dejarte.- estalló nuevamente. Se sentía increíblemente desolada.
-Dormí tranquila, que no me voy a ir-
Silencio. Se pudo escuchar el repiqueteo de la lluvia detrás del vidrio

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