miércoles, 13 de junio de 2012

Al amor y el paso del tiempo

Viajemos al pasado
Cuando miro hacia atrás, veo mi desdibujada silueta a través de los años y como es ahora. Es extraño notar tantos cambios, canciones viejas, y antiguas cartas de amor que simbolizaron muchos de mis sentimientos de ese entonces.
He podido reencontrarme con cada fragmento mío perdido en el tiempo, rescatándolo y revalorizándolo, diciéndole al abrazarlo que nunca lo olvidare y que siempre será especial. Que mi mente siempre tendrá un segundo para evocarlo y mi corazón latirá acelerado al ritmo del recuerdo, envolviéndome suavemente en vaivenes delicados. Rodeándome de rosas perfumadas junto a su cortejo de filosas espinas, pero siempre con un gran amor.
Al principio tus manos, tus ojos, tus labios; me guiaron por primera vez en los caminos del amor. Esa rosa aun está en mis cajones sepultada con esa única fotografía dedicada, cuyas palabras evocaban amor eterno y felicidad completa. Con tus cartas que ya no leo pero que siguen ahí, porque ante todo fuiste y serás una parte importante de mi vida.
El dolor aparece en cualquier momento de nuestras vidas y nos arranca lo que más deseamos sin que lo veamos venir. No sé qué tan lista estaba para eso, pero todo se desvaneció. Y de un día al otro dejo de existir.


Tu dulzura fue como vendas para mis heridas, tus palabras reanimaron mi espíritu, y esos sueños lejanos comenzaron a verse reales. Estaba tan sorprendida de tu valor y coraje que decidí que nunca callaría mi corazón ante nada.
Tu voz susurro canciones en otras lenguas a mis oídos, brotando como manantiales refrescantes y llenos de pureza. Renovaste mi ser, me diste sentido, felicidad y buenos momentos. Tus brazos me rodeaban siempre con suavidad, tomando siempre primero mis manos. Pero aun no era tiempo, la magia se perdió y se convirtió en un cuadro costumbrista siempre del mismo color. Sé que teníamos miedo de cambiar, mucho miedo, y eso nos hizo retroceder y ya no hubo forma de rescatar los pedazos del navío de nuestro amor.


Aun guardo las rosas marchitas de nuestro amor, las fotos, las cartas. Esos papeles amarillos con nuestros mensajes cifrados; escritos en máquina de escribir donde confesaste por primera vez tu amor.
Esa vieja máquina que ya no sé donde estará, y que ni siquiera era mía o tuya. Esa de teclas difíciles de usar, tanto que debíamos asestarle un golpe para que la tinta marcara la hoja. Ese primer choque de sentimientos, durante la tarde lluviosa del día en que cambio la estación. Cuando acariciaba tu frente mojada, secando tus lágrimas disimuladas con aquellas gotas amargas de agua. Llorabas en mis brazos por primera vez, y muchas otras veces más le siguieron.
El tiempo paso, los meses alejados incentivaron toda nuestra pasión, tanto si que a mi regreso y al tuyo… Sentí que me fundía entre tus brazos, que el fuego que ardía dentro mío podia quemarte y consumirnos a los dos.
Nos destrozamos en nuestro intento de amarnos, nos herimos, nos tratamos mal, nos arreglábamos, nos reconciliábamos y volvíamos a empezar. No termino de entender bien porque éramos tan destructivos, habrá sido quizá que no supimos madurar nuestro amor, que no pudimos crecer y mejorar. Nos quedamos en lo que fue, nos atábamos con promesas que no sabíamos si íbamos a cumplir. Me sentía tan perdida a tu lado, tan loca, tan eufórica por vivir cada día al máximo. Nunca me arrepentí de nada.


Y fue entonces cuando la luz llego a mi vida como el rayo del alba se levanta sobre la noche oscura que la precedió. Enceguecida alcancé su mano, la estreche y no la solté nunca. Rodeada de su calidez me sentí al fin en casa, completa y feliz. A su lado hoy yace mi corazón, atado al el por el deseo de vivir que no podré igualar jamás. Esa parte de mi que grita y le reclama su compañía, esas voz dentro de mí que me dice que esta vez el me ama.

1 comentario: