viernes, 19 de febrero de 2010

Mas que solo recuerdos


“Trabajaba en un bar, y solía ver toda clase de personas, pero hay gente que simplemente uno no imagina que puede conocer.”

Esa noche, una chica joven entró en el bar. No parecía de la zona, y se veía como perdida en una ciudad desconocida. Tenía cabello largo y de color castaño claro, con ojos brillantes que se posaban en todas partes y a la vez en ninguna. No era una belleza normal, porque lo que más podía resaltar en ella no podía ser notado a simple vista.

Pero se destacaba por su aspecto peculiar. Su ropa estaba mojada gracias a la lluvia torrencial caía sin dar tregua afuera. Buscaba una mesa doble, junto a alguna ventana, y apenas la encontró se sentó sin preguntar a nadie. Se deshizo de su abrigo húmedo y lo colocó sobre el respaldar de la silla, dejando al descubierto su figura delicada, desprolijamente engalanada con algo semejante a un uniforme. Una falda hasta las rodillas con tajos a los costados, botas gruesas de taco bajo, y una camisa blanca, adornada con una corbata deshecha y un chaleco negro semi-desprendido luciendo el escudo del hotel más caro de la zona. “Así que trabaja en el hotel” ese pensamiento se cruzo por la cabeza del joven sin dudarlo mas “Debe ser una empleada temporal”.

Los ojos de la chica se perdieron en el paisaje de la ciudad azotada por la lluvia, mientras un muchacho esbelto de cabellos negros, detrás del mostrador limpiaba muy entretenido la mesada, y de vez en cuando le echaba una hojeada curiosa. El lucia agotado y con pocos ánimos, pero de todas maneras continuaba atendiendo a los clientes, vestido de algo así como un mozo cocinero.
Ella lo buscó sin saber porque, el la miró a su vez, y cuando ambos se dieron cuenta de que se observaban mutuamente, giraron la cabeza hacia otro lado, y el caminó hasta el rincón donde se había sentado. El joven dueño la atendió como una más de tantas otras mujeres que habían pasado por allí. Se mostró frío, anotó el pedido en una hoja de papel y caminó a la barra.

Mezclo los ingredientes del exótico trago que le había pedido, y al rato se olvidó de la impresión inicial. Tantas otras como ella parecían ser distintas y al final solo eran lo mismo. Traicioneras, aburridas, y vividoras. Esa clase de personas lo exasperaban a tal punto que compartir un segundo de conversación con ellas lo enfermaba.
Llevó la copa a la mesa, y un murmullo le agradeció.
-Gracias- dijo ella.
-Cualquier cosa que necesites estoy en la barra- respondió el.
Regreso a la mesada. Eran las 11 de la noche…

Horas después, un hombre se sentó al lado de la mujer, pero ella indiferentemente lo rechazó antes siquiera de que pudiera hacerle ninguna sugerencia. La conversación de su acompañante de mesa solo tocaba temas como las parejas y que no era bueno estar comprometido con nadie. El tono altanero y creído de aquel tipo era exasperante y la chica, que poco a poco comenzaba a irritarse, le espetó una frase que el barman había jurado escuchar en otro lado:
-Creo que no vale la pena meterse con alguien que no ames, eso si es tiempo perdido para mí.- dijo venenosamente mientras terminaba su trago.

El hombre se levantó, malhumorado por la negativa y en cierto punto bastante humillado de que una mujer lo rechazara así, por lo que decidió dejar de insistir. A ella no le interesaba nada más que el hecho de que su copa no se vaciara.

El muchacho, bastante turbado, se dio cuenta de que estaba prestando demasiada atención a alguien que quizá no seria nadie, pero no podía evitar el deseo de encontrar de nuevo los perdidos ojos de la chica. Se sentía sereno, y eso lo intranquilizaba. Muy pocas personas le transmitían ese sentimiento

Ya estaba por su cuarto trago, cuando el reloj toco la 1 de la madrugada. Busco al anfitrión que esa noche sin querer la recibió, y ronroneo por el aparente ultimo vaso. El joven se encontraba detrás de la barra, limpiando con un trapo las botellas de licores, y al sentir que era observado levantó los ojos. Volvió a suceder lo que había pasado con el primer contacto de los dos, y cuando ambos decidieron desviar la mirada, el se encaminó a su lado.

Se deslizó hasta ella, y estaba por levantar la copa, cuando una mano lo sujeto con fuerza.
-¿Quieres sentarte a hablar un momento? Quisiera hablar muchas cosas y no se a quién decírselas- su mirada estaba descolocada y muy perdida.

El miró el interior de local. Ella era la única clienta aparte de un grupo de ruidosos estudiantes que estaban siendo atendidos por la otra moza.
-Está bien… ¿Qué es lo que quieres decir?
Ella sonrío tristemente y lo invito a sentarse.
-Tengo problemas que me aquejan.- le espetó violentamente.
-Problemas... ¿Cómo cuales?- dijo desdeñosamente. El tono de su voz era dulce y atrayente, casi como hechizante.

-Quiero pensar sobre mi futuro, no puedo trabajar de hotelera toda mi vida.- se mostraba preocupada y en cierto punto enojada. La cara de ella era como la de una niña, y al momento de terminar su frase, mostró unos pucheros dignos de una pequeña de primaria.
-¿Por qué suenas enojada?- la curiosidad lo había picado. Tomo asiento frente a ella, pero de igual manera todavía tenía su mano sujeta entre las suyas.

-Porque siento que en mi esta la respuesta, pero no me animo a hacer lo que me gustaría.- bajó ligeramente la mirada, y unas lágrimas se escurrieron de sus ojos.
-¿Tan así te pone esa situación? ¿Qué quieres hacer de tu vida?- se sorprendió de que a esa altura de su vida, y siendo todavía muy joven, ella estuviese tan preocupada.
-Porque siempre quise hacerlo, pero mis padres desdeñaron mi vocación...- lloraba un poco más fuerte.

-¿Hace cuanto tiempo que estas así?- se acerco previendo un llanto incontenible.
-Apenas unos meses hace de que empecé a trabajar aquí. Pero no logro acostumbrarme.- Soltó las manos del muchacho y se recompuso para poder hablar mejor
-No es tanto tiempo...- sin saber por que le interesaba tanto continuó hablándole.
-Me frustra mucho, quisiera hacer lo que me gusta, pero a mis padres les desagrada a idea.- su voz temblaba algo enojada, pero también se sentía que estaba esperanzada, como un pajarito que cuanto tocan la puerta de su jaula, presiente que será libre. - Dicen que la carrera que quiero estudiar y de la que quiero vivir no será algo que me dará ingresos estables. Pero eso no es lo que a mi me interesa.

La chica termino de arreglarse, y se sentó sobre su silla apoyada en el respaldar. Miro la ventana y hacia la lluvia, mientras giraba la cabeza elegantemente:
-Que raro que una desconocida este platicando sobre su futuro a alguien que recién conoce- dijo y sonrió pese a las lágrimas.

De nuevo sus miradas se cruzaron, pero esta vez ella no lucia tan perdida. Parecía mucho mas segura que antes.
Se pasaron la madrugada discutiendo sobre filosofía y artes, música que nadie escuchaba, cosas que la gente olvidaba, quejándose de los amores no correspondidos, conversando sobre sus planes a futuro y las cosas que deseaban poseer.
A las 4 de la madrugada la lluvia había amainado y ella estaba con mucho sueño pocas ganas de levantarse.

El ofreció llevarla a su casa en el auto, porque en el estado en que estaba no podía tenerse en pie sin tropezarse. La otra moza recomendó dejarla descansar un rato, pero el local tenia que cerrar antes de las 5.
Sin saber porque ella balbuceó:
-Tengo una habitación disponible en el hotel donde trabajo.- dijo levantando su identificación y una llave.
-Solucionado el problema entonces. Lo dejo en tus manos.- recalcó la moza y dejo al dueño solo en el bar.
El miró a la chica, las llaves del local y luego de nuevo a ella. Suspiró, se llevo las manos a la cabeza y se despeinó un poco.
-Con que tengo que llevarte, ¿eh?- le dijo- Más te vale que cuando estés mejor me pagues los tragos.
-No te preocupes, solo estoy mareada, y siempre pago mis deudas.- saco su billetera y puso la plata por los tragos en su mano.-Aquí tienes
El miro su cara, tenía una gran sonrisa franca y abierta, y parecía satisfecha de su vida. Pensó en la suya y recordó cuando el mismo estaba lleno de dudas y de cuestionamientos. Le devolvió entonces la sonrisa.
-No tienes remedio.- dijo revolviéndole fraternalmente el cabello.

Ella ronroneo de nuevo, y sostuvo la mano del barman entre las suyas, mientras la refregaba sobre su rostro para que el la acariciara. Asustado por su conducta, aparto sus manos y la dejo descansando sobre los sillones.

Decidió arrastrarla como fuera al hotel y sacársela de encima lo más rápido posible.
La levantó en sus brazos y la acostó en el asiento del acompañante de su viejo auto, llevó el abrigo de la chica a la parte trasera y cerró el bar luego de vaciar la caja. Contó lo que había conseguido y no percibió ninguna ganancia notable. Suspiró una vez más, se tomó la cabeza y caminó hasta el vehiculo, deseando que la noche terminara pronto.

Una vez sentado ante el volante, miró de nuevo a la chica de la cual no sabía ni el nombre, y tomo su cartera. Enfiló al hotel, y condujo con cuidado esquivando los baches sin pensar en nada más que despacharla pronto.
El guardia miro a la muchacha y luego a el:
-Perdónala, a veces hace estas locuras, pero ella suele ser una buena chica.- una sonrisa de disculpa acompaño sus palabras. Luego, le indico a donde debía llevarla.

Una vez que llegó al estacionamiento, frenó el carro y miró la identificación.
El nombre de la chica le era muy familiar… quizás la conocía de antes…
El gafete cayó de sus manos.
“-Creo que no vale la pena meterse con alguien que no ames, eso si es tiempo perdido para mí-“

Esa chica era la hermana de ella.
Los truenos continuaban resonando. Parecía una historia de terror.

Con razón me parecía familiar” se dijo a si mismo. Apoyó la cabeza sobre el volante y algunas lágrimas se escaparon de sus ojos... ¿Por qué había aparecido en su vida cuando el creía haberla superado? Todos estos años de esfuerzo para olvidarlo todo habían sido en vano. Que idiota habia sido al no darse cuenta.
Se bajo del auto y saco sus cigarrillos. Se sentó sobre el capo a fumar un poco. Se quedo mirando la luna llena que se asomaba entre las nubes.
La hotelera se despertó y salio del auto.

-Gracias por traerme.- dijo. Busco sus cosas en el auto. Agarro su llave y se dirigió hacia la puerta de la cabaña que tenia asignada.
Tanteó el picaporte y la cerradura, abrió la puerta con brusquedad y dio un paso hacia el interior.
-Buenas noches, barman.- su voz desapareció tras la puerta.
Lentamente se deslizo del otro lado del umbral hasta quedar sentada en el suelo con la cara entre las manos. Sollozaba.

Sonrío sarcásticamente... “Ella y su hermana no se parecen en nada”.
No quiero enfrentarte, no quiero superarte” pensó el mientras se asomaba el sol.
Supuso que seria la ultima vez que vería a esa mujer, y acertó hasta cierto punto.

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