viernes, 6 de agosto de 2010

Composición perfecta / Simbiosis

(3 de Mayo 2010) Imágenes de Lord Kevinz (Deviant Art)

Un bollo de papel voló por mi cabeza, pero pude esquivarlo con un rápido movimiento sin que el café se volcara.
Esta es cosa de todos los días, mi compañero de departamento es compositor, y esa, su forma de recibirme cuando algo anda mal. Bueno... siendo sincera, en realidad no somos compañeros, porque yo soy su vecina de al lado, y tampoco vivimos juntos, pero es como si lo fuera.

-Esta va a ser una noche larga- le digo mientras esquivo las incontables pilas de papeles de su habitación, pego un saltito, dejo el café en su escritorio y me siento en la cama al lado de su guitarra.
-Mejor no digas eso, tengo la esperanza de terminar antes... gracias por el café... por más que sea pésima haciéndolo- se lleva la taza a los labios y la vacía de un sorbo con una cara de asco increíble. Pero ya estamos los dos grandes como para sentirnos ofendidos por cosas de niños.

Me quedo mirándolo un ratito, pero enseguida me vuelvo hacia su guitarra. Muchos me han dicho que esta loco o que yo estoy loca por acercarme a el. Creo que en ambas cosas tienen razón, que somos dos locos. Pero de las cosas que nos apasionan.
El con su partituras y su guitarra, cosas sin las cuales el mismo dice que no podría vivir; y yo con mis libros de historia y mis tesoros egipcios, objetos por los que di más de lo que tenia... y con eso no estoy bromeando.

A estas alturas habrán adivinado quien soy, si no son gente poco despierta.... Soy egiptóloga, y trabajo en un “Aburrido” museo. Lo digo de forma irónica y con mayúscula, porque mis aficiones a los lugares tranquilos y preferiblemente vacíos es muy mal vista. Hasta mi familia me lo dice. “Aburrida como eres, no conseguirás un hombre”... como si eso me interesara tanto. Esta bien, si admito que si me interesa, pero que quede en claro que no es lo más importante del mundo para mí.
Esto también les da otra pauta: no tengo muchos amigos por ser “Aburrida” (insisto en la ironía).

Aparte de eso, las personas tienden a ser hirientes tanto conmigo, la saqueadora de tumbas que no se le acerca ni un poco a Lara Croft; como con Leo, un compositor iracundo que vive y respira solo para escribir música, que de por cierto a pocos les gusta. No es por ser mala, pero la gente que vive del arte se muere de hambre. El no es la excepción.

Diría que somos amigos, pero no lo creo así. Parecemos más bien gente que se conoce mucho y que comparte piso (que es lo que somos a grandes rasgos).
Hay cosa también que nadie es capaz de entender. Por ejemplo: Leo si bien canta como los dioses, yo prefiero su silencio y el momento en que graba los instrumentos uno por uno para unirlos en una canción. Trabaja como perro, eso sí que no lo pongo en duda; y es en ese momento que se muestra como el ermitaño perfecto para vivir conmigo. Además de que se lo ve extrañamente feliz. Olvídenlo, ninguno de los dos es amante de las multitudes.

Yo en cambio, me dedico a esconderme tras ficheros gigantes en el museo, y a esperar a que los directivos me regalen mi soñada segunda beca para Egipto.
Sueño que tras algunos años de espera no parece llegar más, pero que mis padres y parientes están “Intentando” costearme, lo digo también en sentido irónico porque van a tardar mucho más que los del museo, y porque tienen la necesidad de gastar apenas ahorran mil pesos, en una tele nueva y cosas así.
Se que suena ridículo, pero si pudiese irme para siempre, mejor.
Volvamos a hablar de mi mejor, así entramos en confianza. Las cosas negativas acentúan la afinidad, pero no tan bien como las cosas buenas. Pero voy a empezar con una historia triste.

La soledad se siente más luego de haber probado la compañía, y yo hasta hace unos años vivía con mi actual ex novio. Pero eso no funcionó desde un principio ¿Ven esas personas que realmente no funcionan?... éramos de esos.
Recién cuando Leo llegó al edificio, las cosas para mí mejoraron. El ayudó de su tosca manera, a librarme del fantasma de mi ex.

Por eso hoy quiero ayudarlo a el. Siempre buscando la composición perfecta, se desvela casi todos los días. Pero no lo ha conseguido por que sus estándares son tan elevados que ni el mismo se ve capaz de alcanzarlos algún día.
Luego de esta pequeña reseña personal, paso a explicar porque escribo todo esto:
Decidí empezar un diario para canalizar mis emociones. Soy un rejunte de emociones contenidas, muchísimas cosas.

Pero no se porque lo explico si nadie va a leerlo, tratar de entenderlo y querer siquiera saber sobre ello. Está bien... lo dejemos ahí antes de que escriba cualquier cosa.
Volviendo a la realidad...
- ¿Empezaste a escribir? - preguntó Leo mientras se daba la vuelta en su silla giratoria.
Sus lentes están al borde de su nariz debatiéndose entre caerse o quedarse en suspenso, tenía ojeras profundas y oscuras, mientras que su barba sin afeitar y su pelo desgreñado clamaba por una limpieza general. Creo que mi mirada me delató.
- No me baño desde ayer - dijo como disculpa.
- Y hace una semana que no ves una afeitadora - digo distraídamente mientras me concentro en la guitarra para no reírme.

Nos encanta denotar al otro lo mucho que nos conocemos. Nos reímos de lo escépticos que podemos ser, y la ironía entre los dos es una constante. Somos muy parecidos.

Pero en definitiva, yo creo que el es el más maduro de los dos por el simple echo de ser más concreto. Yo en cambio me balanceo entre la abstracción y lo absurdo. Soy la que cuestiona incluso a Dios. Pero no en una sola ocasión, si no cada vez que tengo chance.
Eso me ha traído problemas, por ejemplo mi abuela me llamaba blasfema por algunos de esos comentarios. No es que realmente lo fuera, pero puede que lo fuera un poquito solo para hacerla enojar.

A mi me gusta sentirme joven, y creo que es por eso que cometo estupideces. Leo no. Leo acepta y hasta intenta entender las cosas. Y si no llega a comprenderlas, ni se molesta. Simplemente las acepta como son.
La mecánica del pensamiento esta a mi cargo, el es espontáneo y sencillo.
Por todo lo que dije, creo que mi “Somos muy parecidos”, se desdibujó bastante. Pero seguimos siendo ermitaños y eso no tiene remedio.
Leo se ríe de mis excentricidades, de mi forma de ordenar los libros con un patrón común y mi lógica “Retorcida”. “Retorcida” en el sentido de que yo sola lo entiendo, y que algunas veces ni yo puedo entender.
En esos momentos se ríe con sus ojos fijos en mí, hasta que yo lo fulmino con mi mirada para que se suelte las costillas y se tape la boca.
En verdad, realmente no me enojo por eso, y es más, cuando consigo callarlo, me tiento yo. Y somos los dos riéndonos de lo mismo. Los ermitaños también podemos pasarla bien. Esas cosas son de verdad, nosotros somos reales.

Sinceramente yo dejaría todo como esta, así me gusta mucho como es. No quisiera que cambie. Creo que Leo tampoco, pero el no dice nada. Podría decirse que es hermético. Pero yo se leerlo. Las personas por más que no se digan nada pueden llegar a conocerse igual, ¿o no?
De pasar tanto tiempo juntos, el ha tenido que entender mis jeroglíficos, y yo memorizarme como mínimo las notas. Aprendimos algunas cosas, mientras que otras costumbres ya son nuestras.

Por ejemplo: a el le gusta el café negro y de ese que se prepara en una jarra. Tanto le gusta que poco más no se pone él a moler los granos del café. Afortunadamente no le sobra tanto el tiempo. Para el es como un ritual exclusivo de las “noches de desvelo”. Es decir, casi todas las noches.
A mi me gusta el café, pero soy más amante del te con miel o de la leche caliente con miel (esto último es realmente infantil). Si, ya se que es algo extrañamente clásico en la gente peculiar. Generalmente bato el café, y le pongo leche para disimular que el agua estaba “hervida” y no “caliente” como debería ser. Yo me pregunto como mierda se da cuenta de tal insignificancia.

Sucede que me olvido seguido de la pava en el fuego. Leo me dice que es algo sacrílego, pero como el no cree en nada que no sea el mismo (eso si se puede tomar como literal), yo le recrimino diciendo que no tiene cara para reprocharme nada. Después de eso se queda en silencio.
El no es bautizado y jamás se lo planteó, y si lo hizo y yo me equivoqué con mi predicción... al final no le importó.

Pero esa no es la única diferencia entre nosotros. Hay un par de cosas más, pero en definitiva es más o menos así:
Yo soy la loca que se muestra como es todo el tiempo, pero que es ultra reservada para las cosas más profundas. Yo no puedo rechazar la conversación de nadie.
Leo es el loco que no puedes predecir, pero que si abre la boca es para decir cosas importantes. Aparte de que es cerrado con la gente que no le interesa.

Retomando el curso...
Me miró mientras yo acariciaba las cuerdas de su guitarra, la preferida de el, tratando de recordar una canción que no podía quitarme de la cabeza.
- No empecé – le dije –. No me convence del todo- distraídamente encontré la melodía deseada. Rasgué un poco más a la favorita y me quedé en suspenso, prendida del brillo del monitor en la habitación ahora a oscuras.

- No se, voy a hacerlo hoy mismo cuando vuelva a casa. Ahora no tengo ganas de hacerlo – se dio la vuelta y se concentró en la pantalla unos instantes. Luego se rió fuertemente.
- Ni pienses en quedarte para esquivar tus responsabilidades, Lorena. Esa costumbre tuya de no tener ganas puede salirte caro – sacudió la cucharita de su taza enérgicamente, en reclamo de un nuevo café.
Yo pretendí no escucharlo e ignoré su pedido.
- Mis cafés saben “Horribles”- le espeté sonriendo -. Así que no te pienso hacer ninguno.

Tras algunos intentos, pude (más o menos) tocar el tema que se me había ocurrido el otro día en el trabajo. No le puse muchas ganas...
En realidad, si. Es más, también lo había escrito en un improvisado pentagrama mientras me aburría en mi “oficina”. Una vez más la ironía dado que era más parecida a un box de un call center que a una oficina. Obviamente me refiero únicamente a las dimensiones, porque si bien era minúsculo y apenas si me dejaba maniobrar los ficheros, estaba repleto de recuerdos de Egipto y artículos de último momento de ese país. Naturalmente sobre momias y templos recientemente explorados. Guau... realmente suena mejor así, “oficina”, le da como más “Nivel” y hasta parece más interesante ahora que lo leo.

No era la primera vez que escribía una canción en mi trabajo, pero yo siempre me las “olvidaba” en mi escritorio. Digo que me las olvidaba porque en verdad no se las mostraba a nadie. Me sentía una completa idiota frente a Leo cuando escribía un pentagrama, ya que el me parecía un compositor tan dedicado y bueno, que mis versos sobre el sentido de la vida y metáforas basadas en teorías cosmológicas, me sonaban insípidas.

Pero Leo se quedó en silencio escuchando atentamente, mientras sus manos se deslizaban sobre el teclado para acompañar los rasguidos de la favorita entre mis dedos. Las notas comenzaron a surgir en su pantalla y al cabo de largo rato, Leo habló.
- Traeme esas partituras, creo que ya tengo lo que quería – me echó una mirada por encima del hombro, entre tanto yo estaba paralizada abrazando a la preferida.
- ¿Qué estás esperando? Y traeme una taza de café bien negro – me puse de pie y camine hacia la puerta.

La verdad es que no se hasta donde llega su locura, ni tampoco que será capaz de hacer influenciado por ella. Pero estoy segura de que no lo cambiaría por nada del mundo.
Porque me hace bien el estar con el.

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