lunes, 14 de diciembre de 2009

Crónicas de mis sueños 2

"Café Dulce"

Desperté un día, pensando en que preparar para el desayuno. Cuando abro los ojos, veo una taza apoyada sobre la mesa de luz, y una cucharita acompañando la visión de la lámpara solitaria, más los anteojos y unos libros cuidadosa y precariamente apilados. Una nota de papel blanco estaba apoyada contra un portarretratos vacío.

“Tu café dulce."

Di la vuelta para el otro lado, y hallé vacío su lugar. Abrí bien los ojos y me recosté sobre la almohada para encontrarme con la ventana abierta de par en par, y las cortinas bailando en el aire.

Bebí el café, y me levanté. Al abrir el armario encontré una pila de ropa prolijamente doblada que olía a plancha y flores de jazmín. Una nueva nota me indicaba.

“Tu vestido azul”

Me desvestí con lentitud, tratando de disfrutar la brisa fresca de la mañana; y me entretuve con la tela del vestido, sintiendo el suave tacto del algodón sobre mi piel.
Todo transcurría como en cámara lenta, cada movimiento, cada gesto tardaba siglos en seguir el otro, y la acción y reacción de las cosas se perdía con el intento de las otras en seguir su paso.
Miré debajo de los cajones del armario, y unos zapatitos chatos me esperaban nuevamente.

“Tus zapatos favoritos”.

Los tomé con cuidado, y me senté en la cama para calzármelos. Otra vez el tiempo pareció detenerse poco a poco, y todo regreso a la normalidad a penas termine de ponérmelos.
Una extraña sensación comenzó a surgir dentro de mí, e instintivamente caminé hasta el baño. Quien escribía las notas sabia que hacia yo cada día al despertarme.
Ví una toalla blanca y todo dispuesto acertadamente para mí.

“Una ducha caliente para despejar tu sueño”.

Asombrosamente, cada vez que pensaba en las notas, no sentía miedo. Es más, me alegraba mucho que me guiaran por la casa, y hasta resultaba divertido seguir el juego del autor de las cartas.
Llevé la taza a la cocina y la lavé con cuidado, la colgué junto a otra, y decidí salir a caminar.
No había un alma, todo parecía haberse ido.
No vi personas, ni mascotas, tan solo algunos pájaros sobre las copas de los árboles. Tampoco había muchos ruidos, si no que una música muy suave sonaba de fondo y enmarcaba el entorno como si fuera una escena de teatro.

Tanta paz se sentía, que empecé a cantar mientras andaba por las calles vacías. Al principio tarareaba alguna canción de cuna, pero luego de acostumbrarme a la calma aparente de todo ese sitio, entoné en voz alta un tema que de haber estado despierta no habría sabido siquiera pronunciar.

Cuando el sol llego alto en el cielo y yo aproximé que sería mediodía, tome de nuevo el camino hacia mi casa.
En el trayecto noté que todo parecía un poco más vivo que antes y los pájaros ya se habían silenciado. Pero seguía vacío.
Al llegar a la puerta luego de trepar ágilmente las escaleras, una nota me lleno de intriga.

“Pasa, esta abierto”.

Efectivamente era así. Tomé el picaporte y lo jale para pasar, mientras una extraña euforia se agitaba en mi corazón.
Traspasé el umbral con apuro, y quedé apoyada sobre la puerta mirando toda la habitación. Sin más rodeos, me fui al cuarto y lo encontré con la puerta cerrada.
La cama estaba vacía y tendida, con un ramo de jazmines sobre ella y una nueva nota:

“Tomemos juntos una siesta”.

Sin saber bien porque, me acosté sobre el lecho perfumado por las flores, y apenas toque la almohada me dormí.
No recuerdo si soñé algo o no, quizá apenas dormí unos minutos y a mi me parecieron horas. Pero cuando volví a despertarme, me esperaba una taza en la mesita de luz, y el sol volvía a aparecer sobre el este, y la mañana volvió a empezar.

Di la vuelta para el otro lado, y hallé vacío su lugar. Abrí bien los ojos y me recosté sobre la almohada para encontrarme con la ventana abierta de par en par, y las cortinas bailando en el aire.
Entre medio de las cortinas estaba el de pie, sosteniendo otra taza entre sus manos. Se asemejaba a una aparición curiosa, como si se tratara de un fantasma.

Su ancha espalda estaba descubierta y su muñeca adornada con una pulsera gruesa de cuero oscuro. Se dio cuenta de que lo estaba observando y giró para verme.
Una sonrisa se esbozo en sus labios, y me di cuenta de lo que había pasado.


Había sido solo un sueño.

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